LOS INCUNABLES DE GUADALUPE




Durante 446 años la Orden Jerónima se afanó en promover en Guadalupe la espiritualidad, las artes y las ciencias, creando verdaderos espacios de culto y del saber, como fueron el Colegio de Gramática y Humanidades[1], la Escuela de Medicina[2], Farmacia y Cirugía[3], cuyo acceso era tan demandado por los alumnos que en algunas ocasiones fue necesaria la mediación regia[4]. Sus propios talleres de bordaduría, escribanía, tejeduría, rejería, pergaminería, arquitectura y orfebrería demandaban una especializada biblioteca, que con su propio ora et labora, los jerónimos fueron conformando entre el coro, el trabajo y la celda desde su llegada en 1389[5].
   
    A los libros litúrgicos y extralitúrgicos, confeccionados en el scritorium guadalupense, recordemos sus ciento tres cantorales miniados, de los siglos XV al XVIII, expuestos en el Museo de Miniados[6], se empezaron a sumar otros muchos, bien por compra, donación o depósito, como los aportados por algunos letrados que ingresaron en la Orden Jerónima, como Fr. Lope de Olmedo, quien en su testamento (1415) hace entrega de todos sus libros más 600 florines para la compra de ellos, lo mismo hizo Fr. Cristóbal de Medina, quien  donó toda su biblioteca, que “eran dozientos cuerpos”, los mismos pasos siguió Fr. Bartolomé Ruiz de Clavijo, novicio[7], o el mismísimo doctor en decretos, don Gómez González, clérigo de la cámara apostólica, capellán del Papa y arcediano de Cuellar, quien profesa en Guadalupe hacia 1432 y lleva allí numerosos libros de teología, derecho canónico y de otras ciencias, en particular obras de Raimundo Lulio[8]. El ilustre Alcalde Mayor de Sevilla, don Martín Hernández Cerón envió en 1410 todos sus libros[9] o la vecina de Santander, Elvira Fernández Calderona, quien en 1451 deja en su testamento varios libros[10].
       
Éste desarrollo cultural y bibliográfico impulsó a la Comunidad Jerónima en 1456 a levantar de nueva planta un edificio o pabellón de Librería y Capítulo[11], aunque no fue hasta el priorato de fray  Juan de Marquina (1464-1466) y durante los gobiernos de fray Juan de Guadalupe, el Viejo (1469-1475) y del priorato de Fray Diego de París ( 1475-1483), cuando se llevó a cabo, con la ayuda generosa de fray Gonzalo de Illescas, dos veces prior de Guadalupe y después Obispo de Córdoba(1454-1464), el gran promotor e iniciador que donó dos mil doblas de oro para su construcción.

Librería espaciosa y de amplios ventanales, adornada con pinturas murales, en la que poder dar  cabida a su ya estimable biblioteca, que con la aparición de la imprenta se incrementó considerablemente con los llamados “libros de molde”, que comenzaron a llegar a Guadalupe por todos los conductos, de tal forma que su biblioteca a finales del siglo XVI, era una de las más importantes del reino[12].

“Es pieza muy anchurosa, alta, alegre y de mucha luz, por las grandes ventanas que tiene a sus dos costados: la cercan enteramente estantes de madera fuerte y muy bien lucidos, en que ay de los mejores libros en todas las facultades: guárdanse algunos originales manuscritos, y entre ellos hallo las Obras de Euthimio, escritas en lengua  Griega el Doctor Juan Hentenio, como el mismo  lo assegura, siendo monge de este Monasterio, llamado Fr. Juan de Nalines. Por cima de los estantes sube hasta encontrar las bóbedas el adorno de pinturas. Tiene primera, y segunda puerta para su mayor custodia, que caen a las espaldas del Coro, sitio el más acomodado a la dilatación grande de este Monasterio”[13]. 

RIMBERTINUS, Bartholomaeus. De deliciis sensibilibus Paradisi.
Venetiis, 1498



En ella se encontraban todas las obras fundamentales de las ciencias eclesiásticas y profanas, artes e industrias, en sus mejores y más antiguas ediciones nacionales y extranjeras, fiel reflejo de la espiritualidad jerónima[14] como así lo testimonia su amplia colección  de Biblias. Su segunda fuente se encontraba en los santos Padres: San Jerónimo, san Agustín, San Gregorio Magno, san Bernardo, san Buenaventura y la  Cosolatio Philosphiae, de Boecio. Muestra de ello son los Soliloquios de Fray Pedro de Pecha. Además, no fueron ajenos a la espiritualidad castellana  de la época, como la poesía de “loores y miraclos” a la Señora, testimonio irrefutable son los nueve códices de milagros de Nuestra Señora de Guadalupe[15], o el Libro de Alexandre, De contemtu mundi, de Inocencio III. Su espiritualidad también bebió de las fuentes franciscana, especialmente en el movimiento eremítico en Italia y que en España dio origen a la Orden de San Jerónimo y sus afanes reformistas, imbuidos también de la “devotio moderna” del norte de Europa, con los padres griego, de los que utilizan la literatura monástica en versiones latinas: Vitae patrum, Climaco, Casiano y Juan Crisóstomo.

         Por todo ello, Guadalupe engrosara una importante biblioteca, en la que ciertamente habrá ese magnífico deposito que representa la espiritualidad jerónima, pero también la aportación numerosas de letrados, donde no faltan los conversos, así como hombres de ciencias, que unido a la aparición de la imprenta, generará esa extraordinaria colección de incunables: 78 según el presbítero y bibliófilo, Fulgencio Riesco, o 209, según el Catálogo del siglo XVIII, publicado por el P. Fray Hermenegildo Zamora[16].

(Continuará.....)


[1] GARCÍA, Sebastián O.F.M., “La Enseñanza en el Real Monasterio de Guadalupe (1389-1835)”, en Guadalupe 760 (1999) 29-41.
[2] ARANA Y AMURRIO, José Ignacio, La Medicina en Guadalupe. Badajoz, 1991.
[3] BEAUJOUAN, Guy, Médecine humaine et vétérinaire à la fin du moyen âge. París, 1966. pp.369-417.
[4] ZAMORA, Hermenegildo OFM., “Acción cultural de Guadalupe: Centros y escritores”, en Guadalupe de Extremadura: Dimensión Hispánica y Proyección en el Nuevo Mundo. Madrid, 1993, p.303.
Tal es el caso, entre otros, de la Reina Isabel La Católica con uno de sus médicos de cabecera, o el de la Reina Ana de Austria, quien en 27 de noviembre de 1566 escribe al Prior solicitándole “que Diego de Acosta, médico, vecino de Oropesa, desea le recibáis por pasante de medicina en el Hospital” (Guadalupe, 2 (1908) .p.296)
[5] ZAMORA, H., Catálogo de la antigua biblioteca del Monasterio de Guadalupe. Zamora, 1976.
[6] GARCÍA, Sebastián, O.F.M., Los Miniados de Guadalupe. Catálogo y Museo. Sevilla. 1998.
[7] A.M.G. Leg. 40. Córdoba, 18 de septiembre de 1416.
[8] A.M.G. Leg. 44, sin número, 28 de julio de 1445.
[9] AM.G. C-126, Registro de Propiedades del Monasterio. Siglo XV. fol.156.
[10] AM.G. Leg. 40, sin número, 26 de mayo de 1451.
[11] BERNAL GARCÍA, Tomás OFM., “La arquitectura de Guadalupe en los siglos XIV y XV”, en Modelos Arquitectónicos del Real Monasterio de Guadalupe. Sevilla, 2004, pp.118-120.
[12] RUBIO, Germán OFM., Historia de Nuestra Señora de Guadalupe. Barcelona. 1926, p.274.
[13] SAN JOSÉ, Francisco de OSH, Historia Universal de la Primitiva y Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Madrid. 1743,  p.114.  
[14] VIZUETE MENDOZA, J. Carlos, “La biblioteca de Guadalupe: un reflejo de la espiritualidad jerónima”, en La España Medieval. T. V. Madrid, 1986, pp.1335-1346.
[15] RAMIRO CHICO, Antonio, “Nueve Códices de Milagros de Nuestra Señora de Guadalupe, en Guadalupe, 668 (1984) (C-1); 670 (1984) (C-2); 672 (1985) (C-3); 676 (1985) (C-4); 680 (1986) (C-5); 696 (1988) C-6).
CRÉMOUX, Françoise, Pèlerinages et miracles à Guadalupe au XVIe Siècle. Madrid, 2001.
[16] RIESCO, Fulgencio, “Interesante a los amantes de las ciencias. Catálogo de los incunables de la antigua Biblioteca de Guadalupe, hoy existente en la Provincial de Cáceres”, en Guadalupe,  192 (1914), p. 2276.
ZAMORA, Hermenegildo, O.F.M., Catálogo de Libros de la antigua biblioteca del Monasterio de Guadalupe, Madrid, 1976.

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